LOS SACRAMENTOS

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LOS SACRAMENTOS

Los sacramentos son acciones de Dios con las que nos muestra el amor que tiene por sus hijos. Todos ellos han sido creados (instituidos) por Él, y por eso, es Él mismo quien los realiza a través de distintos medios. Nos los dejó para darnos la gracia. Es decir, para darnos, junto con su amor, la fuerza necesaria para luchar contra las dificultades de la vida. Claro que siempre y cuando nosotros tengamos una disposición y una actitud positiva de querer agradarlo a Él.

Motivación: Escribe el nombre de cada sacramento en las diferentes líneas.

Sacramentos de Iniciación Cristiana: Bautismo, Confirmación y Comunión

  1. Bautismo

Cuando nacemos, lo hacemos con el primero de los pecados. Se llama pecado original, y fue el que cometieron nuestros primeros padres Adán y Eva. Al bautizarnos nos limpiamos de ese pecado, nos hacemos hijos de Dios y pasamos a formar parte de la Iglesia. Dios se pone muy contento cuando el sacerdote, al derramar agua bendita sobre el bautizado, dice: «Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».

  1. Eucaristía

Todos los días Jesús convierte el pan y vino en su Cuerpo y su Sangre en la santa Misa. Esto ocurre en un momento llamado consagración. De este modo podemos comerle y recibirle en nuestra alma. Jesús instituyó este sacramento en la Última Cena con los doce apóstoles. Este tiene un plus: perdona los pecados veniales y nos preserva de los mortales para el futuro. Es el mismísimo Jesús el que tenemos dentro de nosotros.

  1. Confirmación

Es tan sencillo como que Dios (su Espíritu Santo), por medio de su gracia, nos aumenta la fe para que tengamos la seguridad de que Él está con nosotros hasta que lleguemos al Cielo, para lo que también nos da esperanza. Finalmente, nos aumenta la caridad para que le amemos más a Él y a los que nos rodean. En este caso, tiene que ser un obispo el que imponga sus manos sobre el confirmante y nos unja con aceite (el Santo Crisma), mientras dice: «Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo».

Sacramentos de curación: penitencia y Unción de los enfermos

  1. Penitencia

¡Este sacramento es un regalazo de Dios! A través de un sacerdote que escucha nuestros pecados cuando vamos a confesarlos en confidencia con él, Dios nos perdona todo en lo que le hemos ofendido. Eso sí, tenemos que ir bien arrepentidos por el mal que hemos hecho y el bien que hemos dejado de hacer. Además, nos da una paz tremenda y nos aumenta la fuerza para ser buenos cristianos, buenos hijos de Dios.

  1. Unción de los enfermos

Dios ama a los enfermos. Cuando alguien está muy enfermo, o es muy mayor y puede morirse pronto, necesita la ayuda de Dios para ese momento. La unción es una ayuda que es fuerza, paz y ánimo. Además de perdonar todos los pecados del enfermo y prepararle para el momento de la muerte. Es como si se crease una unión con la Pasión que Cristo sufrió. Así, los enfermos ayudan con sus dolores a llevar la Cruz a Jesús y a la vez, Él les ayuda a ellos en sus últimos momentos de vida.

Sacramentos de servicio: Orden Sacerdotal y matrimonio

  1. Orden sacerdotal

Este lo reciben solo los que tienen vocación al sacerdocio, que luego son los que pueden administrar todos estos sacramentos. Es un obispo quien impone las manos y reza sobre el nuevo sacerdote, consagrándole. El orden sacerdotal otorga una especial efusión del Espíritu Santo y tiene una característica especial: quien recibe este sacramento, será sacerdote para siempre.

  1. Matrimonio

Este sacramento es la unión entre un hombre y una mujer para siempre. Cuando estos se casan en la Iglesia, es Dios quien está uniendo sus cuerpos y sus almas. Los que se casan no deben romper ese matrimonio: «Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre». (San Marcos 10, 9). El modelo que los hombres y mujeres tienen que seguir es el de la Sagrada Familia: Jesús, la Virgen María y San José.


Textos bíblicos:

Mateo 28,19:

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Lucas 15,11-31:

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Lucas 22,19-20

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Hechos 8,14-15:

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Marcos 10,6-9:

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Lucas 10,16:

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Santiago 5,14-15:

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EL CREDO

Mensaje:

“Creo en Dios Padre, Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra…”  Creer en Dios, es la afirmación más importante de nuestra fe, es la fuente de todas las demás verdades sobre el hombre y el mundo, y de toda la vida del que cree en Dios. Él mismo se ha revelado como “el Fuerte, el Valeroso” (Salmo 24,8) aquel para quien “nada es imposible” (Lucas 1, 37). Su poder es universal, misterioso y se manifiesta en la creación del mundo de la nada y del hombre por amor. Por eso la Iglesia en su oración se dirige a “Dios todopoderoso y eterno” (Omnipotens sempietene Deus…).

“En el principio Dios creó el cielo y la tierra…” (Génesis 1, 1), Creemos que Dios es creador porque la creación es el fundamento de todos sus designios salvíficos, es el primer paso hacia la alianza del Dios único con su pueblo; es el comienzo de la historia de la salvación, que culmina en Cristo.

El mundo ha sido creado para la gloria de Dios, el cual ha querido manifestar y comunicar su bondad, verdad y belleza. El fin último de la Creación es que Dios, en Cristo, pueda ser “todo en todos” (1ra Corintios 15,28) para gloria suya y para nuestra felicidad.

“Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor…”    La Iglesia cree que Jesús es el único Hijo de Dios. Pero en Jesús y por sus méritos, también nosotros somos llamados hijos de Dios, porque en él, el Padre nos hizo herederos de su gloria, nos hizo hijos y a la vez hermanos de Jesús.  Mediante numerosos signos, Jesús demostró a los primeros cristianos que él tiene poder divino sobre la naturaleza, los demonios, el pecado y la muerte. Jesús es verdaderamente nuestro “Señor”

“Ustedes me llaman ‘el maestro’ y ‘el Señor’ y dicen bien, porque lo soy” (Juan 13, 13)

“…que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María virgen…” Dios cumple las promesas hechas a Abraham y a su descendencia, enviando “a su hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva” (Gálatas 4,4-5). “El Espíritu Santo vendrá sobre ti” (Lucas 1, 35) María concibió a Jesús, no por intervención del hombre, sino que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo para decirnos que la salvación NO ES OBRA DEL HOMBRE, sino don gratuito de Dios.

María es verdaderamente Madre de Dios porque es la madre de Jesús (Juan 2, 1; 19,25). En efecto, aquél que fue concebido por obra del Espíritu Santo y fue verdaderamente Hijo suyo, es el Hijo de Dios Padre. Es Dios mismo.

“…padeció bajo el poder de Poncio Pilato…”  Algunos jefes de Israel buscaban alguna acusación falsa contra Jesús (Mateo 26, 59-66), lo acusaron de actuar contra la Ley, contra el Templo de Jerusalén y, particularmente, contra la fe en el Dios único, porque se proclamaba Hijo de Dios. Luego de someterlo ante el consejo judío, el pueblo empezó el martirio de Jesús golpeándolo (Mateo 26, 67-68).

“…fue crucificado, muerto y sepultado…”  Llevaron a Jesús a comparecer ante Pilato (Mateo 27, 11-23), cuando Pilato supo que Jesús era Galileo, lo envió a Herodes, pero Herodes lo devolvió a Pilato (Lucas 23, 7-11).

Pilato terminó “lavándose las manos” (Mateo 27, 24) en señal de alejar toda culpa en manos suyas. Luego mandó a azotar a Jesús y lo entregó para que lo crucificaran (Mateo 27, 26).

“…descendió a los infiernos…”   Los “infiernos”-distintos del infierno de la condenación- constituían el estado de todos aquellos, justos e injustos, que habían muerto antes de Cristo. Con el alma unida a su persona divina, Jesús tomó en los infiernos a los justos que aguardaban a su Redentor para poder acceder finalmente a la visión de Dios.

Después de haber vencido, mediante su propia muerte, a la muerte y al diablo “que tenía el poder de la muerte” (Hebreo 2, 14), Jesús liberó a los justos, que esperaban al Redentor, y les abrió las puertas al cielo.

“… al tercer día, resucitó entre los muertos…”  Al tercer día de la muerte ¡Jesús resucita! Y esta es la verdad más gozosa del cristiano, puesto que nos revela el amor del Padre y nos acerca a la Salvación.

“…subió a los cielos, y está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso, y desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos…”  Jesús subió a los cielos (Lucas 24, 51) y se sentó a la derecha del Padre (Marcos 16, 19). Desde entonces el Señor reina con su humanidad en la gloria eterna de Hijo de Dios (Mateo 25, 31-33), intercede incesante ante el Padre a favor nuestro, nos envía su espíritu y nos da la esperanza de llegar un día junto a él, al lugar que nos tiene preparado.

“Creo en el Espíritu Santo…”   Creer en el Espíritu Santo, es profesar la fe en la tercera persona de la Santísima Trinidad, que procede del Padre y del Hijo, y “que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria”.

“…la Santa Iglesia Católica…”  La iglesia es una, santa, católica, apostólica y romana

–  La Iglesia es unaporque tiene como origen y modelo la unidad de Dios trino (Padre, Hijo y Espíritu Santo), como fundador y cabeza a Jesucristo, porque la Iglesia tiene una sola fe, una sola vida sacramental, una única sucesión apostólica, una común esperanza y la misma caridad.

–   “Si la iglesia no estuviera hecha por pecadores, no sería para nosotros”. La iglesia es santa porque Dios Santísimo es su autor, Cristo se ha entregado a sí mismo por ella, para santificarla.

La SANTIDAD es la vocación de cada uno de sus miembros y el fin de toda su actividad. Cuenta en su seno con María Virgen e innumerables santos, como modelos e intercesores. “La Iglesia Católica es ‘santa’ por la gracia de Jesucristo y en virtud de la acción del Espíritu e ‘imperfecta’ por las obras de sus miembros…” (Carta pastoral LOS CATÓLICOS EN LA BOLIVIA DE HOY, marzo 2010, art 10)

–  La Iglesia es católica, es decir, universal, en cuanto en ella está Jesús, porque está destinada para todos los hombres y no para algunos. Todo aquel que, poseyendo el Espíritu Santo de Cristo, se encuentra unido a la Iglesia católica por los vínculos de la profesión de la fe, de los sacramentos, del gobierno eclesiástico y la comunión.

–  La Iglesia es apostólica por su origen, ya que fue constituida sobre el fundamento de los apóstoles (Efesios 2,20); por su enseñanza, que es la misma de todos los apóstoles, porque fue instruida, santificada y es gobernada por los apóstoles hasta que Cristo vuelva. La única iglesia de Cristo, como sociedad constituida y organizada en el mundo, subsiste en la Iglesia Católica, gobernada por el sucesor de PEDRO y por los obispos en comunión con él. Dios mismo ha confiado la Iglesia a Pedro, cabeza del colegio apostólico.

–   La Iglesia es romana, puesto que la sede del sucesor de Pedro, el “Papa” se encuentra en Roma, en la ciudad del Vaticano; desde allí preside la Iglesia universal.

 “…la comunión de los Santos”   Esta expresión indica, ante todo, la común participación de todos los miembros de la Iglesia en las cosas santa: la fe, los sacramentos, en particular la Eucaristía, los carismas y los otros dones espirituales. En la raíz de la comunión está la caridad que “no busca su propio interés” (1ra Corintios 13,5), sino que impulsa a los fieles a “poner todo en común” (Hechos 4, 32), incluso los propios bienes materiales, para el servicio de los más pobres.

Pero la expresión, también designa, la comunión entre las personas “santas”, es decir, entre quienes por la gracia están unidos a Cristo muerto y resucitado. Unos viven aún peregrinos en este mundo; otros ya difuntos, se purifican, ayudados también por nuestra plegarias; otros, finalmente, gozan ya de la Gloria de Dios e interceden por nosotros. Todos juntos forman en Cristo una sola familia, la Iglesia Celestial, para alabanza y gloria de la Trinidad.

“…el perdón de los pecados…”   El primer y principal sacramento para el perdón de los pecados es el BAUTISMO. Para los pecados cometidos después de este sacramento, Cristo instituyo el Sacramento de la Reconciliación o penitencia, por medio del cual el bautizado se reconcilia con Dios y con la Iglesia. La Iglesia tiene la misión y el poder de perdonar los pecados, porque el mismo Cristo se lo ha dado

“Recibid el espíritu Santo, a quienes perdonen los pecados, les quedaran perdonados, a quienes se los retengan, les quedaran retenidos” (Juan 20, 22-23).

“…la resurrección de la carne…”  La expresión “resurrección de la carne” significa que el estado definitivo del hombre no será solamente el alma espiritual separada del cuerpo, sino que también nuestros cuerpos mortales un día volverán a tener vida. Con la muerte, que es separación del alma y del cuerpo, éste cae en la corrupción, mientras el alma, que es inmortal, va al encuentro del juicio de Dios y espera volverse a unir al cuerpo.

“…la vida eterna”  La vida eterna es la vida que comienza inmediatamente después de la muerte. Esta vida no tendrá fin; será precedida para que cada uno por un juicio particular por parte de Cristo, juez de vivos y muertos, y será ratificada en el juicio final.

– Juicio particular: Es el juicio de retribución inmediata, que, en el momento de la muerte, cada uno recibe de Dios en su alma inmortal, en relación con su fe y sus obras. Esta retribución consiste en el acceso a la felicidad del cielo, inmediatamente o después de una adecuada purificación (purgatorio), o bien de la condenación eterna al infierno.

– Juicio final: Llamado también “juicio universal”, consistirá en la sentencia de vida bienaventurado o de condena eterna que el Señor Jesús, retornando con Juez de vivos y muertos, emitirá respecto “de los justos y de los pecadores” (Hechos 24, 15), reunidos todos juntos delante de sí. Tras este juicio final, el cuerpo resucitado participará de la retribución que el alma ha recibido en el juicio particular.                            AMÉN

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