FILOSOFÍA DE LA RELIGIÓN

FILOSOFÍA DE LA RELIGIÓN

La filosofía de la religión es la rama de la filosofía que se ocupa del estudio reflexivo a profundidad de la religión, incluyendo argumentos sobre la naturaleza y existencia de Dios, el problema del mal, la relación entre la religión y otros sistemas de valores como la ciencia y la ética. Es frecuente distinguir entre la filosofía de la religión y la filosofía religiosa. La primera refiere al pensamiento filosófico sobre la religión, que puede ser llevado a cabo por creyentes y no-creyentes por igual, mientras que la segunda alude a la filosofía inspirada y guiada por la religión, como la filosofía cristiana y la filosofía islámica. Sin embargo, pueden considerarse dentro del análisis filosófico de la religión, cuestiones basadas en la estructura de todas las religiones; a modo de comparación entre cada una, en proporción con temáticas que abordan interrogantes sobre la perfección y el sentido de la existencia en relación con un cosmos perfecto y por tanto un ente perfecto que los creó. De ahí que pueden considerarse dentro de las diferentes religiones otras manifestaciones de la filosofía de y sobre la religión, conforme a doctrinas orientales como el hinduismo y el budismo, interesados fuertemente en la idea de un todo absoluto, una esencia que lo reviste todo; por cuanto crea esperanza y despierta el interés humano en el desarrollo de una dimensión más espiritual.

En ese sentido la filosofía de la religión intenta responder a interrogantes tales como: ¿De dónde surgimos?, ¿Cuál es la verdadera naturaleza humana?, ¿Cuál es la naturaleza de dios(a)?, ¿Es dios una creación del mejor ingenio humano o es un ente superior a todo real y con cualidades humanas?, ¿Cómo se entienden el cielo o el infierno (o inframundo?,¿Qué nos creó?, ¿Los milagros son casualidad u obra divina? entre otras.

 La religión, dimensión esencial de toda persona en todo tiempo y lugar, comprende fenómenos y experiencias diversas, es objeto de estudio de varias disciplinas Y afecta esencialmente a las relaciones del hombre consigo mismo (felicidad-salvación-inmortalidad), con el mundo (creación, uno-muchos…), con Dios (existencia, atributos, revelación). Inevitablemente se plantea la necesidad, criterio de discriminación y orientación de la responsabilidad, de una «opción fundamental» sin la cual no sería posible ningún discurso, o -lo que en definitiva es lo mismo- sería igualmente posible cualquier discurso.

Puesto que la filosofía de la religión es, por definición, una reflexión crítica sobre el hecho religioso, está presente siempre que se encuentren estos elementos: no sólo en la tradición grecorromana, sino ntambién e la patrística y en la especulación escolástica, hasta el pensamiento del Renacimiento y de la Reforma. Los elementos característicos son el paso del mythos al logos, el sentimiento de lo divino y la presencia de Dios en la naturaleza, en la historia y su implicación en el destino mismo del hombre (podemos recordar a Homero y Hesíodo, pero también la crítica de Simónides de Keos a los trágicos, pero también a los comediógrafos; el De Natura deorum, de Cicerón, pero también la crítica severa del De civitate Dei, de Agustín). Se comprende fácilmente, en el esfuerzo de los santos Padres, el acento en los semina Verbi y, en la especulación escolástica, la insistencia en la armonía entre la razón y la fe. Pero ya en el humanismo se contrapone una indignitas, con temas relativos a la locura, a la dignitas hominis. En este clima, junto con otras razones más específicamente sociales y políticas, se sitúa la Reforma.

Con el Tratado teológico-político, de Spinoza, se puede señalar el comienzo, en la etapa de la Ilustración la puesta a punto temática, y con la filosofía romántico-idealista la definición en sentido moderno de la filosofía de la religión. Hay que recordar al menos la Educación del género humano, de Lessing, la Religión dentro de los limites de la pura Razón, de Kan, las Lecciones sobre la filosofía de la Religión, de Hegel, y la Filosofía de la revelación, de Schelling. Con este filón se entrecruza otro, de crítica de la religión: el de Hamann, Kierkegaard. Es evidente que el problema religioso está presente y encuentra diversas soluciones en todas las corrientes de pensamiento, hasta el reciente «pensamiento débil».

Hay que aludir particularmente a la «Izquierda hegeliana» para la que la Aufhebung de la religión debería haber significado la eliminación definitiva de la misma en el pensamiento y en la vida del «hombre nuevo». Con La esencia del cristianismo y La esencia de la religión a través de la reducción a la antropología primero, y a la fisiología después, se prepara el camino para el materialismo dialéctico de Marx, que incluye a la religión entre las superestructuras que deberían desaparecer automáticamente con la solución de su raíz, el capital. De todas formas, conviene recordar el contexto de aquella definición tan célebre de la religión como «opio del pueblo. «La miseria religiosa es, por una parte, la expresión de la miseria real y por la otra, la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una situación carente de espíritu» (K. Marx, Introducción a la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, 1843, en K. Marx – F, Engels, Sobre la religión, Salamanca 1974, 94). El pensamiento se convirtió en ideología y finalmente ha acabado la ideología, pero no la religión (ni tampoco, por desgracia, la miseria).

LOS COMIENZOS DE LA FILOSOFÍA DE LA RELIGIÓN

La filosofía de la religión es un tema moderno, ya que en la antigüedad o el medioevo no se reflexionaba sobre la religión, se reflexionaba sobre Dios.

La teología revelada apelaba directamente a la fe, el hombre debía acatar la escritura. La teología natural, pretendía hacer un hueco a la razón partiendo del reino de lo visible, de lo experimentable. Desde Ramón Sabunde (médico catalán del siglo XV) hasta Ch. Wolf, pasando por las cinco vías de Tomás de Aquino, la teología natural nunca se jactó de haber demostrado la existencia de Dios, se limitó a sostener la posibilidad de tal demostración.

Wolf insistió siempre en que la teología, natural para la que exigía un estatuto de autonomía desvinculada de la revelación, debía ajustarse a los principios de la razón y la experiencia. La línea de Wolf fue continuada por su discípulo más importante, A.C Baumgarten. Concibe la teología natural como un conocimiento de Dios sin ayuda de la fe. Estos hombres fueron abriendo una brecha, creando un espacio propio para la teología natural, espacio propio que, paradójicamente fue su tumba, condenándola a una muerte segura en la segunda mitad del siglo XVIII a manos de I. Kant. La censura prusiana prohibió la obra de Kant que transformaba la teología natural en filosofía de la religión, se trata de La religión dentro de los límites de la mera razón (1795). Para K Feiereis, quien ha dedicado una exhaustiva monografía a la transformación de la teología natural en filosofía de la religión, el creador del término fue S. Von Storchenau en 1784. A nosotros nos parece correcto concluir que, aunque el creador del término fue Storchenau, el auténtico padre de la filosofía de la religión fue Kant. Fue el quien la propuso como culminación de los estudios de los estudios de teología. El hecho de que no llegara a emplear el término carece de importancia. Es cierto que fueron hombres de poco relieve filosófico los que entre 1794 y 1798, consumaron el paso de la philosophische Religionslehere (teoría filosófica de la religión) kantiana a la filosofía de la religión. Pero se trató de un paso meramente formal. Sus discípulos (Heydenreich y Jacob, entre otros) fueron ocupando cátedras de filosofía de la religión y deslindando los contenidos y métodos de la nueva disciplina.

EL GIRO ANTROPOLÓGICO

El universo religioso consta de dos polos, Dios y el hombre. La historia de las religiones muestra las oscilaciones de la relación. Hegel señaló que la teología natural sólo se ocupaba del primer polo que nosotros hemos señalado, en cambio la filosofía de la religión se abre al segundo polo, el hombre.

Es sabido que Kant «retrotrajo todo a la subjetividad humana buscando en el sujeto personal (yo, nos) la clave de la solución «.La revolución kantiana sitúa al hombre en el centro de todo. Y el hombre, en concreto su sentimiento religioso, será el centro del pensamiento de Schleiermacher. Ni la razón, ni el pensamiento conducen a Dios. Ni la iglesia, ni los evangelios, conducen en última instancia a Dios, sino el hombre. De él parte Schleiermacher y como buen romántico, otorga primacía a la sensibilidad, a las emociones, al sentimiento. Hegel ironizó sobre esta «teología del sentimiento» pero Schleirmacher no quería conocer a Dios sino sentirlo. La esencia de la religión no era para él pensar y actuar sino sentir e intuir.

EL DESCUBRIMIENTO DE NUEVAS RELIGIONES.

Durante mucho tiempo la religión no constituía un problema. Existía el problema de Dios. Se daba por supuesto que el cristianismo era la única religión verdadera.

La filosofía de la religión tuvo que reflexionar sobre la pluralidad de las religiones descubiertas en la modernidad por viajeros, comerciantes, misioneros, etnólogos y un largo etcétera.

Se presentaban problemas abrumadores para la filosofía de la religión ¿eran todas verdaderas? ¿Había alguna religión superior a las otras? Hegel afirmaba que el cristianismo era la religión absoluta porque era la religión de la libertad y del espíritu, pero no se incurriría así en la «tiranía del único anillo».

LA QUIEBRA DEL PENSAMIENTO DOGMÁTICO

El nacimiento de la filosofía de la religión fue posible porque en el proceso que venimos narrando, muchos absolutos saltaron hechos añicos. La Filosofía de la religión sólo encontró su espacio cuando Europa se liberó de la asfixiante tutela religiosa en la que vivía. Toda la convulsión que supuso el descubrimiento de nuevas religiones en el Renacimiento, de nuevas zonas geográficas, hizo que el viejo mundo se resquebrajara, subiendo aún más de tono con la Reforma. Es difícil imaginar la sacudida y alteración de esquemas que la irrupción del protestantismo supuso para la Europa cristiana. Lutero sacudió dogmas, autoridades y tradiciones. Europa conoció guerras de religión que la devastaron, la Iglesia creó una inquisición que prendió fuego a pensadores y disidentes.

Sólo en aguas tan agitadas pudo nacer la filosofía de la religión. Lutero había dividido a la Iglesia y una iglesia dividida era una iglesia desmitificada en la que cabían diferentes interpretaciones de Dios. Partiendo de este hecho, importantes sectores de la modernidad pasarán a no tener «ninguna» concepción de dios y profesarán abiertamente el ateísmo.

EL CONCEPTO DE FILOSOFÍA DE LA RELIGIÓN.

La filosofía de la religión no puede ahorrarse lo que Hegel llama el «esfuerzo conceptual». Es una empresa eminentemente teórica. Según él, la función de esta disciplina no consiste en hacer a los hombres religiosos, ateos o agnósticos, sino hacerlos lúcidos. La filosofía de la religión como cualquier otra filosofía, tiene grandes obligaciones contraídas con el verbo ser, no basta con describir cómo funciona la religión, ni para qué sirve. Es necesario intentar la definición sustantiva, la que se pregunta por el ser de la religión. Esta pregunta está de antemano condenada al fracaso si se renuncia a la ayuda que le viene de las ciencias de la religión.

CÓMO EDUCAR DESDE LA FILOSOFÍA

Para Estanislao Zuleta la educación cuenta con un problema esencial que va de la mano de la enseñanza limitada a resultados y que no da cuenta de los procesos de pensamiento. Este problema es el de enseñar sin filosofía, lo que deja como resultado una educación sin cuestionamientos y sin debate. Por el contrario, una educación filosófica propendería por el pensar mejor, el cuestionarse y el encaramiento de contradicciones. Por medio de esta visión amplificada, Zuleta pretende volver al sentido griego de la filosofía visto a través del amor a la sabiduría y del hombre como ser que busca la universalidad.

Educar desde la filosofía quiere decir sobreponer a nivel académico la enseñanza de la filosofía en una búsqueda permanente de la racionalidad. Para esto, Zuleta se apoya en los preceptos kantianos del pensar por sí mismo, ser capaz de ponerse en el lugar de referencia del otro y llevar las verdades hasta las últimas consecuencias; preceptos que dejan ver el rol de la filosofía como algo propio de cualquier campo de conocimiento, en tanto se relaciona con el constante cuestionamiento de los saberes como contenidos académicos dados y vedados de cualquier significación o explicación profunda.

Una educación dada desde la filosofía no es represiva ni deshumanizante, no busca formar hombres como eslabones de las cadenas de mercado sino seres que piensan la sociedad de una manera distinta, que cuestionan, contradicen y critican lo que se les da como establecido,  y a partir de este trabajo de reflexión luchan por la obtención de una sociedad vivible.

Zuleta ve en la educación la posibilidad de acceso al pensamiento y al saber por medio de la formación. Esta visión es contraria a la formación como proceso de entrenamiento que se presenta en el modelo de enseñanza actual.

La educación como formación implica que todos los temas que se vean en la escuela, colegio o universidad, sean abordados en forma filosófica, es decir, como procesos que deben pensarse y no como informaciones terminadas que deben ser guardadas en una memoria carente de toda interpretación. En este sentido, Zuleta centra su interés en una educación alejada de la transmisión de contenidos que pretenden situar las mentes de los estudiantes fuera de todo pensamiento racional:

“Ahora, el pensamiento funciona con las tres categorías: capacidad de admiración: idealización, trabajo o labor; la capacidad de oposición: crítica, rebelión, y otra: la capacidad de creación: sin oponernos a nada, de juego, de inocencia, de rueda que gira. El espíritu es las tres cosas; sólo si esas tres cosas se combinan funciona el pensamiento filosófico; cuando cualquiera de las tres se enuncia sola es una determinada frustración, una filosofía sombría, un dogmatismo o una idealización de cualquier tipo, o una filosofía rebelde que no es más que rebelión, o es también una filosofía que no tiene ni apoyo  en aquello a lo que busca integrarse, ni en aquello contra lo que lucha sino que se predica sólo como juego y que como juego sólo es anarquismo vacío”

Para el desarrollo del pensamiento filosófico, las tres categorías presentadas por Zuleta dan cuenta de las características a las que deberían tender los procesos educativos en la formación como filosofía.

La enseñanza de las materias en forma filosófica presenta los principios explicativos que relacionan los sucesos en un contexto determinado y las posibles consecuencias que ese hecho puede generar o pudo haber generado; desmitifica los hechos históricos como fechas exactas que se pierden, porque lo que se pretende es abarcar la universalidad de ese momento, es decir, la forma en que se afectaron todos los ámbitos del entorno social.

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Para hablar de una educación que abarca la universalidad desde la filosofía, Zuleta reconoce la importancia de la racionalidad del hombre a través de la crítica y la demostración, dos instancias que abren posibilidades de debate. Para Kant los ejercicios de debate permiten que el individuo descubra si sus teorías son válidas o no, aduciendo además que el hombre debe ser consecuente y reconocer las falencias de sus argumentos así como los aciertos en el otro.

Colombia necesita educar desde la filosofía para solucionar los múltiples problemas que la aquejan: Pobreza, delincuencia, Narco tráfico, guerrilla y corrupción entre otras. La educación filosofía ayudará a pensar en una Colombia justa, humana y equitativa.

                               Orlando Salazar Ph.D. en Filosofía.

COMPETENCIAS TRANSVERSALES
SER SABER SABER HACER

COMPETENCIAS ESPECÍFICAS
INTERPRETATIVAS

ADMIRAR

 

ARGUMENTATIVAS

JUZGAR, CRITICAR, DISCUTIR

PROPOSITIVAS

CREAR, PRODUCIR.

  1. Trabajo individual para la próxima clase. Con el material recibido, utilizando las competencias trasversales y las específicas, elaborar un escrito de dos hojas, a espacio y medio y letra número doce.
  2. Trabajo grupal. Al compartir el trabajo individual, con la misma metodología, elaborar un escrito de cuatro hojas a espacio y medio y letra número doce.